Me persigue una incontrolable sed de Justicia, no la de las cortes humanas inperfectas, sino aquella que es una virtud moral de la cual se derivan todas las demás virtudes y que consiste en el hábito que inclina a la voluntad a dar a cada uno lo suyo, esa virtud cardinal permanente y constante de la voluntad que ordena al hombre en las cosas relacionadas al otro a darle lo que le corresponde.
Bajo ese lema, si debe ser idea básica sobre la cual debe inspirarse el derecho, pues la justicia es la expresión de la virtud total que representa el medio equidistante entre el exceso y el defecto.